Miré hacia arriba
y fui testigo
del baile de dos astros.
El cosmos
danzó para mí
y yo boquiabierto.
"¡No miréis arriba!"
advirtió el resto
del mundo.
"¡Os quedaréis ciegos
para toda la eternidad!"
Sentenciaron.
Y de repente,
guiados por el miedo,
todos cabizbajos.
Aún no sé
si fue por valentía
o si fui un temerario.
Pero no aparté la mirada
y vi cómo luces y sombras
se abrazaban.
Todo terminó
en un abrir y cerrar
de ojos.
Los míos, en cambio,
no volvieron a cerrarse,
no volvieron a ver.
Todos, preocupados,
corrieron en mi ayuda,
ofreciéndome consuelo.
Cuando me alcanzaron,
quedaron atónitos
al ver mi rostro.
Contemplaron mis lágrimas
cayendo por cuencas vacías,
muriendo en mi sonrisa.
Me quedé ciego
sabiendo que fui el único
que conoció la belleza.
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