Visto el negro
que, irónicamente,
contrasta con el cielo.
En el cementerio,
estoico, flor en mano,
presento mis respetos.
A un lado, el miedo,
al otro, la incertidumbre,
y yo, en medio, sereno.
Veintitrés deseos,
doce razones,
siete entierros.
Sopla el viento
y mientras sonrío
aparto un mechón de mi pelo.
Hinco la rodilla al suelo
ante la tumba que reza:
"Aquí yacen nuestros recuerdos".
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