martes, 12 de mayo de 2020

CARTA A ULRIKA

Lo siento, Ulrika.

He de reanudar mi marcha,
mi destino me espera,
mi viaje me reclama,
así que abandono tu cama,
calzo las botas,
cargo mis enseres
y desaparezco.
Murió nuestro dialecto,
atrás dejo el cadáver
sin sentirme un cobarde,
pues mi sino es noble
y el honor guía mi paso,
aunque, inevitablemente,
me carcome el
remordimiento
al ser consciente
de los veintiún gramos
que abandono.
Ya no me acuerdo
del color de tus ojos,
solo veo niebla
cuando cierro los míos,
mi maldición será,
en este caso,
una bendición
que sustituirá al alcohol
cuando quiera olvidar,
aunque no sea dueño
de ese talento,
de esa desgracia.
No tiene sentido
que te deje más palabras
como legado,
ya te di mi vida
a cambio de nada,
de modo que considera
nuestra deuda
más que saldada.
No te desearé suerte,
no quiero depender
de caprichos del azar,
tan solo déjame volar
y haz con mi pasado
lo que te plazca,
pues el presente
es el viento
que nos separará
mientras siga caminando.

Félix.


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