Se apagan estos ojos sin brillo,
descansando sobre profundas ojeras,
privados del sueño para siempre,
muriendo con los párpados cerrados.
Se cierne la noche eterna que nunca tuve
y que a partir de ahora no me dejará,
pues el deseo fue tan fuerte como mi culpa
y cumplo condena sin fianza.
No hay vuelta atrás posible ni remedio,
el castigo es severo y merecido,
la oscuridad reina con puño de hierro,
y la soledad me tortura sin compasión.
Ni siquiera las lágrimas son transparentes,
no hay luz que atraviese esta negrura,
caminaré a ciegas en esta senda,
recordando el extinto brillo de mis ojos.
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